Por José De La Cruz.
Docente de la Universidad de San Marcos.
http://josedeponce.blogspot.com/
En los siglos XVIII y XIX, cuando la democracia aún no se afirmaba como la mejor forma de gobierno, los grupos y clases sociales antidemocráticos daban a conocer sus opiniones y opciones ideológicas confrontando abiertamente con la democracia. Estos sectores sociales antidemocráticos optaban, según la época, con corrientes monárquicas y totalitarias, en sus diversas modalidades, el nazismo y el fascismo. La exposición de sus ideas a través de sus ideólogos dejaba claramente identificada la postura política de cada clase o grupo social lo cual permitía saber quién era quién en el espectro ideológico.
Con la universalización de la democracia en el mundo, no existe sector ni clase social que se haga llamar antidemocrática, o que se identifique con alguna postura o corriente antidemocrática; incluso, los grupos más radicales que hacen uso del terror y de la violencia política, enarbolan una democracia de tipo popular. Democracia al fin. Es decir, desde la ultraderecha más conservadora hasta los extremistas más radicales (incluidos los antisistema), nadie se niega a reconocer que la democracia es la mejor forma de organización que ha podido alcanzar la humanidad.
Sin embargo, la pregunta que nos lleva a reflexión es la siguiente ¿Si todos los sectores y clases sociales se reconocen como democráticos, cuál es la razón de que la democracia, en el país, no funcione íntegramente en la práctica? Si uno lee los diarios, y ve los medios de televisión, y escucha la opinión de los líderes políticos, empresariales, sociales, intelectuales, periodistas, y religiosos, se dará cuenta que todos sin excepción defienden el sistema democrático. Y la peor ofensa que se puede imputar a un político en carrera es acusarlo de antidemocrático.
Entonces vuelve la pregunta ¿Si todos estamos a favor de la democracia, por qué no funciona plenamente la democracia? ¿Es que alguien miente o existe algún sector o clase social que no dice la verdad? El psicoanálisis político resultaría de gran ayuda para escudriñar los inconscientes autoritarios y antidemocráticos de aquellos grupos y clases sociales que en el fondo no son demócratas.
Las opiniones retóricas en coro a favor de la democracia (como los sofistas democráticos del siglo V de Grecia), no permiten identificar quiénes están en realidad a favor de la democracia. Si bien divulgan y escriben sobre ella y se hacen llamar demócratas, sin embargo, en sus vidas cotidianas sus actitudes y aptitudes expresan grados de intolerancia que reflejan autoritarismo y discriminación. Ello, obviamente, va en contra de la democracia como conjunto de valores, actitudes y compromisos.
En la sociedad peruana podemos encontrar algunos indicios de conducta autoritaria de tipo cultural que expresan grados de intolerancia democrática. Algunos dirán si la conducta es intolerante no puede ser democrática. Sin embargo la intolerancia convive con la democracia.
Veamos. Cuando un policía interviene a un conductor por haber cometido una infracción de tránsito, el intervenido de conducta autoritaria responde: “¿Usted sabe quién soy yo?” o “Usted sabe con quién se está metiendo?”, o si son hijos responden “Mi padre es el general...” o “Soy hijo del funcionario…”. Y si se trata de un sector o clase social, su conducta discriminatoria e intolerante se expresa cerrando las playas a los bañistas de otros grupos sociales económicamente inferiores, o inscribiéndose en clubes de altísimos costos con barreras sociales de ingreso para aislarse de los “de abajo”. Y quienes responden autoritariamente y cierran las playas, también están “a favor” de la democracia, y hablan y difunden “democracia” en los medios y en donde puedan identificarlos como demócratas, y no faltará alguno que se haga llamar demócrata.
Dirán los lectores que estos ejemplos pueden ser domésticos y cotidianos, y anticientífico, pero no pueden negar que en su gran mayoría responden a un sector o clase social intolerante. Retomando la pregunta de este ensayo ¿Quién miente con su conducta y postura democrática? O es que existe una clase intolerante en nuestro país, que no permite que la democracia funcione plenamente.
El estudio de la Ciencia Política, de manera objetiva y científica, me llevó a corroborar y contrastar los fenómenos sociales, y la pregunta que me hice fue: ¿Cómo demostrar el grado de intolerancia en la democracia en nuestro país? Pero medir la intolerancia en sus diversas expresiones es una tarea muy ardua. Así que decidí vincularla con la intolerancia en las instituciones, en relación con el derecho de información que tiene todo ciudadano, y que es pilar de toda sociedad democrática. De esa manera no solo limito el objetivo a corroborar sino que puedo medir la intolerancia del ente más significativo del capital en nuestro país: La empresa privada.
Ayudándome en mis conocimiento de derecho indagué en el Texto Único Ordenado de la Ley 27806, Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública, Decreto Supremo 043-2003-PCM, publicado en El Peruano el 24 de abril del 2003, que establece en su artículo 9º que las personas jurídicas sujetas al régimen privado que prestan servicio público “…están obligadas a informar sobre las características de los servicios públicos que prestan, sus tarifas y sobre las funciones administrativas que ejercen”.
Decidido a comprobar el grado de intolerancia en la entrega de información de las empresas privadas que prestan servicio público, a favor de los ciudadanos, se presentó ( con la ayuda un equipo de trabajo) , 44 solicitudes de información a las principales empresas privadas que prestan servicios públicos en nuestro país, 3 empresa de telefonía, 15 universidades privadas, 10 institutos de educación superior privados, 14 empresas de transporte aéreas y 2 empresas eléctricas.
La solicitud de información pedía lo obvio y evidente, es decir, información fácil de encontrar en las instituciones del Estado. El objetivo era claro, comprobar el grado de intolerancia hacia el derecho de información de los ciudadanos. Se solicitó a cada empresa que proporcione: a) tipos y naturaleza de los reclamos, b) número de reclamos administrativos, y, para las instituciones educativas se añadió, si contaban con alguna acreditación nacional o internacional.
Los resultados fueron alarmantes, solo 4 empresa entregaron la información solicitada, 3 universidades y 1 empresa aérea. Es decir solo el 9% de solicitudes de información fueron respondidas, mientras que el 91% se negó a responder mediante alguna argucia inconsistente. Esta ardua tarea dejó algunas anécdotas de intolerancia, de carácter valioso para nuestro investigación, como la negativa de las Empresas a recibir la solicitud de información y algunas respuestas intolerantes como: “debería pedir la información una institución y no una persona”, “no es política de la empresa entregar ese tipo de información”, y otros “que deberán comunicar para que desean la información”. En fin grados de obstáculos que expresaban niveles de intolerancia en la entrega de información para el ciudadano.
Para cumplir con la ley, procedimos a interponer la acción de Habeas Data, con el objetivo de obtener la información, y continuar contrastando el grado de intolerancia. Grande fue nuestra sorpresa, cuando de los 40 habeas data solicitados todas se negaron a entregar la información solicitada. Increíblemente el 100% de las empresas fueron intolerantes a entregar una información obvia e irrelevante. Posteriormente el Poder Judicial ha ordenado a cinco de estas empresas que proporcione la información, para el resto, estamos esperando el pronunciamiento jurisdiccional.
Al finalizar este ensayo viene a mi memoria el héroe nacional Alcides Carrión, que se inyectó el virus de la verruga para describir los síntomas y característica de tan letal enfermedad, afectando su propia salud para corroborar científicamente lo relacionado a dicho mal. Haciendo un parangón, es nuestra intención contrastar en la realidad ese mal que se llama intolerancia que convive con nuestro sistema democrático y que lo corroe. Por ello, urge, por vocación académica y por la salud democrática de nuestro país, recoger los síntomas, características, naturaleza y origen de la intolerancia que se esconde y agazapa dentro de la Democracia.
Docente de la Universidad de San Marcos.
http://josedeponce.blogspot.com/
En los siglos XVIII y XIX, cuando la democracia aún no se afirmaba como la mejor forma de gobierno, los grupos y clases sociales antidemocráticos daban a conocer sus opiniones y opciones ideológicas confrontando abiertamente con la democracia. Estos sectores sociales antidemocráticos optaban, según la época, con corrientes monárquicas y totalitarias, en sus diversas modalidades, el nazismo y el fascismo. La exposición de sus ideas a través de sus ideólogos dejaba claramente identificada la postura política de cada clase o grupo social lo cual permitía saber quién era quién en el espectro ideológico.
Con la universalización de la democracia en el mundo, no existe sector ni clase social que se haga llamar antidemocrática, o que se identifique con alguna postura o corriente antidemocrática; incluso, los grupos más radicales que hacen uso del terror y de la violencia política, enarbolan una democracia de tipo popular. Democracia al fin. Es decir, desde la ultraderecha más conservadora hasta los extremistas más radicales (incluidos los antisistema), nadie se niega a reconocer que la democracia es la mejor forma de organización que ha podido alcanzar la humanidad.
Sin embargo, la pregunta que nos lleva a reflexión es la siguiente ¿Si todos los sectores y clases sociales se reconocen como democráticos, cuál es la razón de que la democracia, en el país, no funcione íntegramente en la práctica? Si uno lee los diarios, y ve los medios de televisión, y escucha la opinión de los líderes políticos, empresariales, sociales, intelectuales, periodistas, y religiosos, se dará cuenta que todos sin excepción defienden el sistema democrático. Y la peor ofensa que se puede imputar a un político en carrera es acusarlo de antidemocrático.
Entonces vuelve la pregunta ¿Si todos estamos a favor de la democracia, por qué no funciona plenamente la democracia? ¿Es que alguien miente o existe algún sector o clase social que no dice la verdad? El psicoanálisis político resultaría de gran ayuda para escudriñar los inconscientes autoritarios y antidemocráticos de aquellos grupos y clases sociales que en el fondo no son demócratas.
Las opiniones retóricas en coro a favor de la democracia (como los sofistas democráticos del siglo V de Grecia), no permiten identificar quiénes están en realidad a favor de la democracia. Si bien divulgan y escriben sobre ella y se hacen llamar demócratas, sin embargo, en sus vidas cotidianas sus actitudes y aptitudes expresan grados de intolerancia que reflejan autoritarismo y discriminación. Ello, obviamente, va en contra de la democracia como conjunto de valores, actitudes y compromisos.
En la sociedad peruana podemos encontrar algunos indicios de conducta autoritaria de tipo cultural que expresan grados de intolerancia democrática. Algunos dirán si la conducta es intolerante no puede ser democrática. Sin embargo la intolerancia convive con la democracia.
Veamos. Cuando un policía interviene a un conductor por haber cometido una infracción de tránsito, el intervenido de conducta autoritaria responde: “¿Usted sabe quién soy yo?” o “Usted sabe con quién se está metiendo?”, o si son hijos responden “Mi padre es el general...” o “Soy hijo del funcionario…”. Y si se trata de un sector o clase social, su conducta discriminatoria e intolerante se expresa cerrando las playas a los bañistas de otros grupos sociales económicamente inferiores, o inscribiéndose en clubes de altísimos costos con barreras sociales de ingreso para aislarse de los “de abajo”. Y quienes responden autoritariamente y cierran las playas, también están “a favor” de la democracia, y hablan y difunden “democracia” en los medios y en donde puedan identificarlos como demócratas, y no faltará alguno que se haga llamar demócrata.
Dirán los lectores que estos ejemplos pueden ser domésticos y cotidianos, y anticientífico, pero no pueden negar que en su gran mayoría responden a un sector o clase social intolerante. Retomando la pregunta de este ensayo ¿Quién miente con su conducta y postura democrática? O es que existe una clase intolerante en nuestro país, que no permite que la democracia funcione plenamente.
El estudio de la Ciencia Política, de manera objetiva y científica, me llevó a corroborar y contrastar los fenómenos sociales, y la pregunta que me hice fue: ¿Cómo demostrar el grado de intolerancia en la democracia en nuestro país? Pero medir la intolerancia en sus diversas expresiones es una tarea muy ardua. Así que decidí vincularla con la intolerancia en las instituciones, en relación con el derecho de información que tiene todo ciudadano, y que es pilar de toda sociedad democrática. De esa manera no solo limito el objetivo a corroborar sino que puedo medir la intolerancia del ente más significativo del capital en nuestro país: La empresa privada.
Ayudándome en mis conocimiento de derecho indagué en el Texto Único Ordenado de la Ley 27806, Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública, Decreto Supremo 043-2003-PCM, publicado en El Peruano el 24 de abril del 2003, que establece en su artículo 9º que las personas jurídicas sujetas al régimen privado que prestan servicio público “…están obligadas a informar sobre las características de los servicios públicos que prestan, sus tarifas y sobre las funciones administrativas que ejercen”.
Decidido a comprobar el grado de intolerancia en la entrega de información de las empresas privadas que prestan servicio público, a favor de los ciudadanos, se presentó ( con la ayuda un equipo de trabajo) , 44 solicitudes de información a las principales empresas privadas que prestan servicios públicos en nuestro país, 3 empresa de telefonía, 15 universidades privadas, 10 institutos de educación superior privados, 14 empresas de transporte aéreas y 2 empresas eléctricas.
La solicitud de información pedía lo obvio y evidente, es decir, información fácil de encontrar en las instituciones del Estado. El objetivo era claro, comprobar el grado de intolerancia hacia el derecho de información de los ciudadanos. Se solicitó a cada empresa que proporcione: a) tipos y naturaleza de los reclamos, b) número de reclamos administrativos, y, para las instituciones educativas se añadió, si contaban con alguna acreditación nacional o internacional.
Los resultados fueron alarmantes, solo 4 empresa entregaron la información solicitada, 3 universidades y 1 empresa aérea. Es decir solo el 9% de solicitudes de información fueron respondidas, mientras que el 91% se negó a responder mediante alguna argucia inconsistente. Esta ardua tarea dejó algunas anécdotas de intolerancia, de carácter valioso para nuestro investigación, como la negativa de las Empresas a recibir la solicitud de información y algunas respuestas intolerantes como: “debería pedir la información una institución y no una persona”, “no es política de la empresa entregar ese tipo de información”, y otros “que deberán comunicar para que desean la información”. En fin grados de obstáculos que expresaban niveles de intolerancia en la entrega de información para el ciudadano.
Para cumplir con la ley, procedimos a interponer la acción de Habeas Data, con el objetivo de obtener la información, y continuar contrastando el grado de intolerancia. Grande fue nuestra sorpresa, cuando de los 40 habeas data solicitados todas se negaron a entregar la información solicitada. Increíblemente el 100% de las empresas fueron intolerantes a entregar una información obvia e irrelevante. Posteriormente el Poder Judicial ha ordenado a cinco de estas empresas que proporcione la información, para el resto, estamos esperando el pronunciamiento jurisdiccional.
Al finalizar este ensayo viene a mi memoria el héroe nacional Alcides Carrión, que se inyectó el virus de la verruga para describir los síntomas y característica de tan letal enfermedad, afectando su propia salud para corroborar científicamente lo relacionado a dicho mal. Haciendo un parangón, es nuestra intención contrastar en la realidad ese mal que se llama intolerancia que convive con nuestro sistema democrático y que lo corroe. Por ello, urge, por vocación académica y por la salud democrática de nuestro país, recoger los síntomas, características, naturaleza y origen de la intolerancia que se esconde y agazapa dentro de la Democracia.
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