Por: José de La Cruz.
Catedrático.
Publicado en el Diario El Comercio el lunes 14 de Febrero del 2011
El término partido proviene de las voces ‘pars’ y ‘partire’. ‘Pars’ significa parte, porción, acción en un negocio, espacio, género, clase; también partido, papel en una representación, deber y obligación. ‘Partire’ significa dividir. De ahí que partido tiene que ver con la parte, es decir, con algún elemento del todo, inmerso en él, pero con cierta autonomía.
En la Antigüedad, en Grecia y en Roma, las sectas –palabra que proviene del latín ‘secare’, que significa, cortar, separar, dividir–, cuyos integrantes estaban unidos por lazos amicales y familiares; cumplían una función similar a la de los partidos políticos actuales. Aquellas participaban en la designación, sobre todo, de los grupos religiosos.
Existió, también, el término facción, con connotación de carácter político, que deriva del latín ‘facere’. Este significaba hacer o actuar, con alta carga negativa, perturbadora y nociva del orden.
Como se puede apreciar, el término partido no tuvo un sentido negativo como sí lo tuvieron los términos secta y facción. Para el siglo XVII y XVIII, la palabra ‘partire’ perdió su connotación inicial con la intervención de otras lenguas, como el francés, inglés y castellano, dándole el sentido de compartir y participar.
Este desarrollo del término llevó a que muchos autores políticos, como Rousseau, Voltaire, Washington, Madison, Tocqueville, entre otros, emplearan como sinónimos las palabras partido y facción. Ellos los identificaron como elementos perturbadores de la democracia.
Es importante que los actuales partidos políticos dejen de ser menos facción y se conviertan en verdaderos partidos de representación ciudadana.
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